Por: El santo Político
La reciente llamada entre Claudia Sheinbaum, presidenta de México, y Donald Trump, presidente electo de los Estados Unidos, no fue una simple conversación protocolaria entre dos mandatarios. Fue, más bien, un recordatorio incómodo de las tensiones históricas entre ambos países, ahora exacerbadas por las políticas de seguridad y comercio que Trump busca imponer desde antes de asumir el cargo.
Esta llamada, interpretada de manera diametralmente opuesta por ambas partes, parece haberse centrado en la migración, el narcotráfico y la cooperación bilateral. Mientras Trump afirma que Sheinbaum acordó “cerrar efectivamente la frontera sur de Estados Unidos” y detener la migración, la presidenta mexicana insiste en que fue una conversación “cordial” donde explicó la estrategia mexicana para gestionar la crisis migratoria. Estas diferencias no solo reflejan posturas políticas contrastantes, sino también el inicio de una relación bilateral que promete ser más tensa que cooperativa.
La sombra de la soberanía: el arma de FISA
La llamada ocurre en el contexto de la expansión de la Ley de Vigilancia de la Inteligencia Extranjera (FISA), que ahora incluye el “tráfico internacional de narcóticos” como una categoría de espionaje. Esta herramienta, aparentemente diseñada para combatir el narcotráfico, le otorga a agencias estadounidenses como la CIA y la NSA mayor capacidad para operar sin restricciones en este tema.
Aunque la lucha contra el tráfico de fentanilo es una prioridad compartida, este movimiento plantea una pregunta clave: ¿hasta dónde llega la cooperación y dónde comienza la violación de la soberanía mexicana? Trump no ha ocultado su deseo de tratar a los cárteles mexicanos como a ISIS, comparando la guerra contra el narcotráfico con la lucha contra el terrorismo internacional. Sin embargo, este enfoque unilateral amenaza con erosionar la relación bilateral y convertir a México en un territorio bajo vigilancia constante, con o sin su consentimiento.
El T-MEC en la balanza
La presión de Trump sobre México no se limita al ámbito de la seguridad. Su amenaza de imponer aranceles del 25% a productos mexicanos, vinculándolos a la supuesta inacción contra el narcotráfico, evidencia su intención de utilizar el comercio como moneda de cambio.
El T-MEC, un acuerdo que ha sido crucial para el desarrollo económico de México, se encuentra en una posición frágil. Las tensiones en temas de seguridad podrían convertirse en un pretexto para renegociar términos desfavorables para México, afectando sectores clave como el automotriz y el agroalimentario. La presión comercial, sumada a la narrativa unilateral de que México es el único responsable del flujo de drogas, pone al gobierno de Sheinbaum en una posición complicada: defender la soberanía nacional sin perder las ventajas económicas del tratado.
Una narrativa peligrosa
El enfoque de Trump perpetúa una narrativa simplista y peligrosa: los cárteles mexicanos como únicos responsables del narcotráfico, mientras se ignora la demanda de drogas en Estados Unidos y el flujo de precursores químicos provenientes de China. Este discurso no solo es injusto, sino que también desvía la atención de las raíces compartidas del problema.
Sheinbaum enfrenta un desafío monumental. Además de responder a las amenazas externas, debe demostrar internamente que su gobierno puede articular una estrategia eficaz contra el narcotráfico. Pero esta estrategia debe ir más allá de la militarización o la contención, centrándose en políticas integrales que aborden la desigualdad, la corrupción y la prevención del consumo de drogas.
Un llamado a la cooperación real
La lucha contra el narcotráfico y el manejo de la migración no deben convertirse en armas políticas para imponer condiciones comerciales o erosionar la soberanía de un país. La expansión de FISA y las amenazas arancelarias son síntomas de una relación bilateral desequilibrada que necesita ser replanteada.
México y Estados Unidos comparten una responsabilidad mutua en estos desafíos, y la solución debe ser coordinada y respetuosa de la soberanía. En lugar de imponer narrativas unilaterales o medidas punitivas, ambos países deben trabajar en un modelo de cooperación que ataque tanto la oferta como la demanda de drogas y que respete los acuerdos comerciales como el T-MEC.
La llamada entre Sheinbaum y Trump no será la última confrontación en esta relación compleja. Pero si algo queda claro, es que el camino hacia una cooperación efectiva estará lleno de obstáculos, y que México debe prepararse para defender su soberanía y sus intereses económicos con firmeza y estrategia.