Por El Santo Político
En medio de un país polarizado, el anuncio del Acueducto Solís trae un destello de esperanza para Guanajuato. Esta obra, prometida como una solución a la histórica escasez de agua en el estado, busca transportar 4,000 litros por segundo desde la presa Solís, en Acámbaro, hasta municipios clave del corredor industrial, incluyendo León. Un proyecto ambicioso que beneficiará a más de 1.2 millones de habitantes y promete ser un símbolo de trabajo conjunto entre el gobierno federal y estatal. Pero ¿realmente estamos listos para enfrentar los desafíos que esta obra implica?
El contexto: una necesidad impostergable
La falta de agua en Guanajuato no es una novedad. Desde hace décadas, la sobreexplotación de acuíferos, el crecimiento industrial y los fenómenos climáticos han puesto al estado en una situación crítica. El acuífero del Valle de León, por ejemplo, opera con un déficit alarmante, mientras que municipios rurales enfrentan restricciones de acceso al agua potable.
En este contexto, el Acueducto Solís se posiciona como una solución integral. No solo promete aliviar la presión sobre los acuíferos, sino también garantizar el desarrollo industrial en una de las regiones económicas más importantes del país. Sin embargo, las grandes promesas requieren grandes capacidades para cumplirse.
Un reto técnico y político
El anuncio del proyecto ha venido acompañado de palabras alentadoras y la imagen de una supuesta alianza entre dos liderazgos con trayectorias y visiones muy distintas: Claudia Sheinbaum, Presidenta de México, y Libia Denise García, Gobernadora de Guanajuato. Aunque ambas han demostrado disposición para colaborar en este proyecto estratégico, los retos van más allá de las buenas intenciones.
1. Financiamiento y tiempos de ejecución
El acueducto, con una longitud de 140 kilómetros, requerirá una inversión millonaria cuya viabilidad financiera aún no se detalla con claridad. ¿De dónde saldrán los recursos? ¿Cuál será la participación estatal y federal? Y lo más importante, ¿podrá concluirse durante el actual sexenio, o será una promesa más que se herede al próximo gobierno?
2. Gobernanza del agua
El proyecto no solo implica construir infraestructura, sino gestionar el uso equitativo del agua entre el sector urbano, industrial y ambiental. ¿Cómo se garantizará que el agua que llegue a León y sus alrededores no sea acaparada por la industria, dejando de lado a comunidades rurales que históricamente han sido olvidadas?
3. Conflictos sociales y ambientales
La presa Solís ya es un recurso estratégico para la región. Sin embargo, en un contexto de sequías cada vez más frecuentes, surge la pregunta: ¿Habrá suficiente agua para garantizar el abasto hacia León sin afectar a quienes dependen directamente de la presa en Acámbaro y sus alrededores? Además, cualquier proyecto de esta magnitud podría enfrentar oposición de las comunidades cercanas al trazado del acueducto.
4. Adaptación al cambio climático
En un estado donde las lluvias son cada vez más irregulares, basar la seguridad hídrica en una sola fuente es un riesgo. Guanajuato necesita un enfoque integral que combine soluciones a corto plazo, como este acueducto, con estrategias a largo plazo, como la captación de agua pluvial y la modernización de sistemas de riego.
¿Cooperación real o teatro político?
El verdadero desafío radica en la coordinación entre los niveles de gobierno. La relación entre Guanajuato y la Federación ha sido históricamente tensa, marcada por desacuerdos ideológicos. Sin embargo, este proyecto podría ser una oportunidad para construir un puente (literal y figurado) entre ambas administraciones.
No obstante, la cooperación entre Sheinbaum y García debe ir más allá de las fotos y discursos. Requiere decisiones difíciles, como priorizar recursos, garantizar transparencia en la ejecución y, sobre todo, construir consensos con todos los actores involucrados. De lo contrario, el Acueducto Solís podría convertirse en un elefante blanco más, una promesa incumplida en el archivo de proyectos olvidados.
El agua como derecho, no como mercancía
El Plan Nacional Hídrico 2024-2030, en el cual se enmarca este proyecto, tiene como objetivo central hacer del agua un derecho humano y un bien nacional. Esto implica garantizar el acceso equitativo, priorizando a las comunidades más vulnerables y preservando los ecosistemas. ¿Podremos cumplir esta promesa en un estado donde la desigualdad hídrica es tan marcada?
Conclusión: la oportunidad y el desafío
El Acueducto Solís podría ser un parteaguas en la historia hídrica de Guanajuato. Pero también podría convertirse en un recordatorio de lo que sucede cuando las buenas ideas no están respaldadas por una planeación sólida. Para que este proyecto sea un éxito, será indispensable enfrentar los retos técnicos, políticos y sociales con determinación y transparencia.
En palabras de un líder ambientalista: “El agua no es un lujo, es un derecho”. Ahora, tanto la presidenta como la gobernadora tienen la oportunidad de demostrar que la política puede servir al bien común. La pregunta es si tendrán la voluntad –y la capacidad– para lograrlo.